lunes, 4 de junio de 2012



Capacitación docente en Gualeguaychú. Mayo 2012

martes, 29 de mayo de 2012


Historia I Danzas afroagentinas de 1810
Chica, calenda y bamboula… ¿te suena?
Fabio Sambartolomeo
La intervención de los afrodescendientes en los actos del 25 de Mayo ha quedado, habitualmente, relegada a la figura de la mazamorrera o del vendedor de empanadas. Sin embargo, su participación fue mucho más grande y signó, entre otras cosas, ritmos y danzas que, posteriormente, se tornaron símbolo nacional. Mientras las damitas y los caballeros criollos bailaban el minué, otras danzas también formaban parte de esa época.
La celebración del 25 de Mayo nos presenta la posibilidad de reflexionar respecto de nuestra propia identidad como pueblo. ¿Cuáles eran realmente las músicas y danzas que resonaban en las calles de la Buenos Aires del 1810? En 1806, según datos presentes en el Archivo General de la Nación, cerca de 30.000 africanos fueron traídos en forma forzada, desde el África subsahariana (gente mayoritariamente de procedencia bantú), para ser esclavizados en la zona. Se sumaron a quienes ya habían ingresado en décadas anteriores pues, como es sabido, en ese año, el porcentaje de afroporteños alcanzaba el 30%. Estos pueblos dejaron una marca imborrable que cambió para siempre la historia de nuestro continente. Investigaciones de todos los años nos muestran la enorme presencia africana en nuestra cultura nacional. Muchas de ellas, nos han permitido realizar una reconstrucción etnográfica de las danzas y músicas más presentes de esa época.
Los afrodescendientes participaron en la creación de muchos de los géneros que hoy conocemos y reconocemos como propios. Desde el tango a la chacarera, desde el candombe a la cumbia, la semilla de África se ha desarrollado en nuestra cultura nacional. ¿Debe, entonces, encasillarse la participación de los afro de 1810 a la figura del mazamorrero o el vendedor de empanadas, o es posible empezar a divulgar y evidenciar su participación en la conformación de muchos de los ritmos y danzas que son símbolo de nuestra Nación?
La calenda es una danza de corte claramente africano que ha sido descripta por numerosos viajeros de la época. El benedictino francés Dom Pernetty realizó hacia el año 1763 una evidente malintencionada descripción de esta danza en su libro Historie d’un voyage, en el que la califica de “lasciva e indecente”. Sin embargo, sus apreciaciones nos permiten tener una idea de cómo podría haber sido la coreografía. Jean Baptiste Lavat o Jullien Mellet -para citar otros casos- también coinciden en sus descripciones de la mencionada danza. En estas apreciaciones, los viajeros evidencian las características que siempre están presentes en las danzas de origen afro.
Actualmente, el trabajo Técnica de Raíz Afro para el Movimiento de la profesora de danzas afro Laura Rabinovich clasifica la presencia de estos africanismos cuando define al eje inclinado, las piernas flexionadas y al balanceo del torso como “parámetros y posturas corporales propias (de la danza afro) que la diferencian de otros tipos de danza”.
La tan mentada umbligada o semba (origen además del perreo o culeo del reggaeton) es, justamente, el movimiento de caderas que tanto escandalizaba a los eclesiásticos de la época. Esta umbligada podemos verla presente, al igual que las demás características enumeradas, en otros géneros afroamericanos, como el vacunao de las danzas afrocubanas.
La calenda es una danza que presenta todos estos rasgos distintivos y que se baila en dos filas de bailarines, hombres de un lado y mujeres del otro. Es posible hacer una reconstrucción etnográfica de esta danza, teniendo en cuenta sus elementos constitutivos, al igual que la música. Por ejemplo, hay archivos de audio de calendas de Guinea, recopilados por Roger Vetter en la década del 70, que contribuirían, junto con el resto de archivos, artículos, investigaciones y conceptos etnomusicólogos, a rescatar esta danza afroargentina.
La bamboula es otra de las danzas que se bailaban a comienzos del siglo XIX. Esta danza, además de presentar las características antes expuestas, propias de cualquier danza afro, se baila en círculo. Se podría, incluso, incluir en el rango de las famosas danzas circulares que remiten a distintas culturas originarias del mundo. Esta danza alcanzó amplia difusión en la zona del Río de la Plata. En su coreografía, las mujeres se lanzan hacia el centro para demostrar sus habilidades dancísticas, como se observa también en las danzas malinkes y wolof. De algún modo, la bamboula remite a las danzas de cortejo tan habituales en el África subsahariana donde, en el momento de la iniciación, se montan estas coreografías para formar las parejas matrimoniales. Una vez más, el concepto de funcionalidad nos muestra cómo las danzas y músicas no son solo un elemento de esparcimiento sino que forman parte de un complejo encuadre sociocultural.
La bamboula, al igual que la calenda, fue transformándose con el  tiempo y hoy se puede encontrar su presencia en el candombe y en las danzas de carnaval. Entre los numerosos viajeros que han descrito los movimientos de la bamboula podemos citar a Pierre Loti. Así como es posible trazar una ruta musicológica que va de los yorubas a la bossa nova en Brasil, o de los Griots al hip hop en Norteamérica, del mismo modo, podríamos trazar una ruta que parte desde los pueblos bantúes al candombe actual, pasando por las danzas que aquí tratamos.
También encontramos numerosos registros que evidencian la gran popularidad de la llamada danza chica o chika en las calles del 1810. En este caso, pareciera que no hay una coreografía tan marcada como en los dos precedentes. Pero, sin dudas, lo que más resalta de las descripciones y comentarios que esta danza tuvo en su haber, es la citada umbligada. Una vez más, este incesante movimiento de caderas nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre las danzas americanas. Perreo, culeo, semba, umbligada, shincar, vacunao… distintas ramas americanas del gran árbol afro.
Las tres danzas afroargentinas mencionadas, obviamente, se desarrollaban al amparo de los tambores. Como en el resto de Afroamérica, por lo general, encontramos a los membranófonos en grupos de tres (en el caso del actual candombe porteño los encontramos en grupos de dos). Como sabemos, el tambor no es solo un instrumento musical sino el transmisor de la cultura oral. En este sentido, la polirritmia de métrica cruzada se entiende como un discurso fundamental en la transmisión de esta cultura. En el caso del Río de la Plata, inmediatamente, se unieron a la cuerda los palitos o claves xilofónicas, instrumentos de semillas, metales (por lo general cencerros de ganado, herraduras y elementos del trabajo cotidiano que nunca dejaron de tener una función musical para la comunidad afroargentina) y otros objetos que, en el encuadre de la tradición africana, adquieren rango musical o, mejor dicho, nunca dejan de tenerlo. De modo que podríamos preguntarnos por qué vemos con asombro las performances modernas que nos presentan excelentes ensambles de percusión con los llamados instrumentos no convencionales (bidones, toneles de lubricante, etc.) e incluso la percusión corporal, también presente desde la colonia en nuestra patria.
Demostrando la naturalidad con la que esta cultura está presente en nuestra vida, los niños del Jardín de Infantes n° 910 del distrito de Esteban Echeverría, el pasado 26 de mayo, bailaron inspirados en la calenda, la chica y la bamboula. Para ello, ejecutaron ellos mismos tambores preparados con tachos de cartón, palitos, cascabeleros y chinescos y entonaron algunos cantos de origen bantú que fueron rescatados del olvido. Niños de 3, 4 y 5 años, sin el menor reparo a la hora de tocar, bailar y cantar músicas y danzas que no existen en el mundo de los medios masivos de comunicación. Las últimas reformas curriculares han incluido, en buena hora, contenidos de cantos colectivos y percusión en la curricular de las formaciones docentes. Ahí vamos…
fabimusica@gmail.com