Historia I Danzas afroagentinas de 1810
Chica,
calenda y bamboula… ¿te suena?
Fabio Sambartolomeo
La intervención
de los afrodescendientes en los actos del 25 de Mayo ha quedado, habitualmente,
relegada a la figura de la mazamorrera o del vendedor de empanadas. Sin
embargo, su participación fue mucho más grande y signó, entre otras cosas,
ritmos y danzas que, posteriormente, se tornaron símbolo nacional. Mientras las
damitas y los caballeros criollos bailaban el minué, otras danzas también
formaban parte de esa época.
La celebración del 25 de Mayo nos presenta la posibilidad
de reflexionar respecto de nuestra propia identidad como pueblo. ¿Cuáles eran
realmente las músicas y danzas que resonaban en las calles de la Buenos Aires del
1810? En 1806, según datos presentes en el Archivo General de la Nación , cerca de 30.000
africanos fueron traídos en forma forzada, desde el África subsahariana (gente
mayoritariamente de procedencia bantú), para ser esclavizados en la zona. Se sumaron
a quienes ya habían ingresado en décadas anteriores pues, como es sabido, en
ese año, el porcentaje de afroporteños alcanzaba el 30%. Estos pueblos dejaron
una marca imborrable que cambió para siempre la historia de nuestro continente.
Investigaciones de todos los años nos muestran la enorme presencia africana en
nuestra cultura nacional. Muchas de ellas, nos han permitido realizar una
reconstrucción etnográfica de las danzas y músicas más presentes de esa época.
Los afrodescendientes participaron en la creación de
muchos de los géneros que hoy conocemos y reconocemos como propios. Desde el
tango a la chacarera, desde el candombe a la cumbia, la semilla de África se ha
desarrollado en nuestra cultura nacional. ¿Debe, entonces, encasillarse la
participación de los afro de 1810
a la figura del mazamorrero o el vendedor de empanadas,
o es posible empezar a divulgar y evidenciar su participación en la
conformación de muchos de los ritmos y danzas que son símbolo de nuestra
Nación?
La calenda es una danza de corte claramente africano que
ha sido descripta por numerosos viajeros de la época. El benedictino francés
Dom Pernetty realizó hacia el año 1763 una evidente malintencionada descripción
de esta danza en su libro Historie d’un
voyage, en el que la califica de “lasciva e indecente”. Sin embargo, sus
apreciaciones nos permiten tener una idea de cómo podría haber sido la
coreografía. Jean Baptiste Lavat o Jullien Mellet -para citar otros casos-
también coinciden en sus descripciones de la mencionada danza. En estas
apreciaciones, los viajeros evidencian las características que siempre están
presentes en las danzas de origen afro.
Actualmente, el trabajo Técnica de Raíz Afro para el Movimiento de la profesora de danzas
afro Laura Rabinovich clasifica la presencia de estos africanismos cuando define
al eje inclinado, las piernas flexionadas y al balanceo del torso como
“parámetros y posturas corporales propias (de la danza afro) que la diferencian
de otros tipos de danza”.
La tan mentada umbligada o semba (origen además del
perreo o culeo del reggaeton) es, justamente, el movimiento de caderas que
tanto escandalizaba a los eclesiásticos de la época. Esta umbligada podemos
verla presente, al igual que las demás características enumeradas, en otros
géneros afroamericanos, como el vacunao de las danzas afrocubanas.
La calenda es una danza que presenta todos estos rasgos
distintivos y que se baila en dos filas de bailarines, hombres de un lado y
mujeres del otro. Es posible hacer una reconstrucción etnográfica de esta
danza, teniendo en cuenta sus elementos constitutivos, al igual que la música.
Por ejemplo, hay archivos de audio de calendas de Guinea, recopilados por Roger
Vetter en la década del 70, que contribuirían, junto con el resto de archivos,
artículos, investigaciones y conceptos etnomusicólogos, a rescatar esta danza
afroargentina.
La bamboula es otra de las danzas que se bailaban a
comienzos del siglo XIX. Esta danza, además de presentar las características
antes expuestas, propias de cualquier danza afro, se baila en círculo. Se
podría, incluso, incluir en el rango de las famosas danzas circulares que
remiten a distintas culturas originarias del mundo. Esta danza alcanzó amplia
difusión en la zona del Río de la
Plata. En su coreografía, las mujeres se lanzan hacia el
centro para demostrar sus habilidades dancísticas, como se observa también en
las danzas malinkes y wolof. De algún modo, la bamboula remite a las danzas de
cortejo tan habituales en el África subsahariana donde, en el momento de la
iniciación, se montan estas coreografías para formar las parejas matrimoniales.
Una vez más, el concepto de funcionalidad nos muestra cómo las danzas y músicas
no son solo un elemento de esparcimiento sino que forman parte de un complejo
encuadre sociocultural.
La bamboula, al igual que la calenda, fue transformándose
con el tiempo y hoy se puede encontrar
su presencia en el candombe y en las danzas de carnaval. Entre los numerosos
viajeros que han descrito los movimientos de la bamboula podemos citar a Pierre
Loti. Así como es posible trazar una ruta musicológica que va de los yorubas a
la bossa nova en Brasil, o de los
Griots al hip hop en Norteamérica, del mismo modo, podríamos trazar una ruta
que parte desde los pueblos bantúes al candombe actual, pasando por las danzas
que aquí tratamos.
También encontramos numerosos registros que evidencian la
gran popularidad de la llamada danza chica o chika en las calles del 1810. En
este caso, pareciera que no hay una coreografía tan marcada como en los dos
precedentes. Pero, sin dudas, lo que más resalta de las descripciones y
comentarios que esta danza tuvo en su haber, es la citada umbligada. Una vez
más, este incesante movimiento de caderas nos ofrece la oportunidad de
reflexionar sobre las danzas americanas. Perreo, culeo, semba, umbligada,
shincar, vacunao… distintas ramas americanas del gran árbol afro.
Las tres danzas afroargentinas mencionadas, obviamente,
se desarrollaban al amparo de los tambores. Como en el resto de Afroamérica,
por lo general, encontramos a los membranófonos en grupos de tres (en el caso
del actual candombe porteño los encontramos en grupos de dos). Como sabemos, el
tambor no es solo un instrumento musical sino el transmisor de la cultura oral.
En este sentido, la polirritmia de métrica cruzada se entiende como un discurso
fundamental en la transmisión de esta cultura. En el caso del Río de la Plata , inmediatamente, se
unieron a la cuerda los palitos o claves xilofónicas, instrumentos de semillas,
metales (por lo general cencerros de ganado, herraduras y elementos del trabajo
cotidiano que nunca dejaron de tener una función musical para la comunidad
afroargentina) y otros objetos que, en el encuadre de la tradición africana,
adquieren rango musical o, mejor dicho, nunca dejan de tenerlo. De modo que
podríamos preguntarnos por qué vemos con asombro las performances modernas que
nos presentan excelentes ensambles de percusión con los llamados instrumentos
no convencionales (bidones, toneles de lubricante, etc.) e incluso la percusión
corporal, también presente desde la colonia en nuestra patria.
Demostrando la naturalidad con la que esta cultura está
presente en nuestra vida, los niños del Jardín de Infantes n° 910 del distrito
de Esteban Echeverría, el pasado 26 de mayo, bailaron inspirados en la calenda,
la chica y la bamboula. Para ello, ejecutaron ellos mismos tambores preparados
con tachos de cartón, palitos, cascabeleros y chinescos y entonaron algunos
cantos de origen bantú que fueron rescatados del olvido. Niños de 3, 4 y 5
años, sin el menor reparo a la hora de tocar, bailar y cantar músicas y danzas
que no existen en el mundo de los medios masivos de comunicación. Las últimas
reformas curriculares han incluido, en buena hora, contenidos de cantos
colectivos y percusión en la curricular de las formaciones docentes. Ahí vamos…
fabimusica@gmail.com
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